CURSO DE FORMACIÓN 2014-2015
En la sala de oficiales de la casa de hermandad dio comienzo el sábado 4 de octubre de 2014 el curso de formación de la Hermandad Universitaria, correspondiente al año académico 2014-2015. Está dirigido por el R. P. D. Miguel Ángel Vílchez Torés O. P., del convento de San Agustín de Córdoba, y lleva por título general ¿Quién decís que soy yo? Respuestas a las preguntas de Jesús.
Tras una breve presentación del ponente por el Hermano Mayor, Miguel Rodríguez-Pantoja, pronunció el P. Vílchez la primera de las nueve charlas que integran el curso. Esta charla, de tipo introductorio, versó acerca del “Sentido de nuestra fe”. Comenzó destacando lo equivocado de la actitud de muchos cristianos, que depositan su fe en cosas intrascendentes, atadas a la normativa –si rompo el ayuno eucarístico por tomar una pastilla, por ejemplo- o a lo puramente material –el tiempo empleado por un vestidor en colocar el pliegue de un tocado-. La fe es un compromiso mucho más profundo, que no puede parar en comportamientos rituales avalados por la costumbre o la cultura. No falta quien piensa que con esos comportamientos está salvando a Cristo, cuando Cristo no necesita quien le salve: somos nosotros los que tenemos que ser salvados por Él. No se trata tanto de seguir a Cristo, sino de imitar a Cristo.
Nuestro compromiso con Dios es un compromiso de amor, que ha de estar por encima de las adversidades. Los discípulos de Jesús tuvieron este mismo problema de creer en un personaje atrayente y sorprendente, pero muy humano. Por eso cuando llega el fracaso de la Pasión lo abandonan; quedan decepcionados y sienten miedo. Su visión había sido tan terrena, que no entienden la Resurrección; son las mujeres –que no habían abandonado al Maestro- las que traen la noticia, pero hablan de robo o desaparición. Los discípulos no las creen y alguno –como Tomás- dudará incluso cuando se lo cuenten sus compañeros. Están encerrados en el Cenáculo y tienen miedo: “No tengáis miedo”, les dice el Señor. Pero Cristo se les aparece no para reprocharles su abandono, sino para darles la paz.
Algo pasó en aquella percepción del Cristo Resucitado que provocó la transformación radical de los timoratos apóstoles, algo que les convence de tal modo, que llegarán a dar su propia vida por ello. Los Evangelios nacen precisamente como testimonio de la Pasión y Resurrección de Cristo, y luego se van añadiendo las enseñanzas y hechos de su vida pública, llevando la memoria hacia atrás de cuanto había acontecido: tienen una proyección hacia el pasado y otra hacia el futuro.
En cuanto a la profesión de fe, tal como hoy la proclamamos en el credo apostólico, se fijó en el siglo IV, pero al principio todo fue más simple. La profesión de fe cristiana más sencilla nos la transmite San Pablo, cuando dice “Jesús es el Señor”. Nadie puede afirmar que Jesús es el Señor si no se lo inspira el Espíritu. Todo empezó en la fe pascual, con la experiencia personal del Cristo Resucitado. Cada uno de nosotros tiene que revivirlo en esta Galilea que nos ha tocado vivir, porque nos interesa creer en Cristo: nos interesa porque Él es nuestra salvación.
Los hermanos siguieron la explicación con enorme interés, cerrándose el encuentro con la tradicional copa de convivencia en el patio de la casa de hermandad.